Desde chiquita me gusto la vida del campo, esa paz, esa tranquilidad lejos de los ruidos, de la contaminaciòn, esa cercania de la nauraleza, los àrboles, las flores, el sol, los animales, el aire puro y dìafano; es gracioso pero siempre me imagine a mi misma siendo maestra rural, teniendo una familia enorme y hermosa de nenitas pecosas y largas trenzas tipo La familia Ingalls, obviamente yo seria Laura ¿no?, aunque bastante menos quilombera y sin padre que toca el violìn despuès de la cena;Cuestiòn es que este sueño nunca se concreto aunque la vida te compensa y hoy vivo en un lugar, en las afueras del casco urbano de mi ciudad que se llaman Barrio Aeropuerto y que, bendito sea, es la mezcla en partes iguales de campo y ciudad: los chicos no tienen maldad, las calles son de tierra, con lo bueno y lo malo que ello implica, y cuando despertas lo primero que ois es el piar de los pàjaros y la verdad que da gusto vivir asi, en esta especie de transiciòn entre el pasado y el futuro, entre lo urbano y lo rural.
Asi las cosas, bendigo mi pequeño lugarcito en el mundo, mi pequeño paìs, mi refugio, mi terruño en el cual me siento cada vez mas plena, hoy diluvia y como ya saben yo me siento como en Macondo, esa sensaciòn de que la lluvia renueva, bautiza, lava, me encantan los olores y colores de la tierra despuès de la lluvia y hoy, Horacio termino de rellenar el sector de la casa destinado a la huerta, en eso andamos, viendo cuales de las semillas que tenemos estàn en epoca de ser sembradas, tenemos bastantes: acelga, espinaca, zapallos y zapallitos entre otras verduras y yo particularmente les cuento que voy a cultivar la paciencia, que no es de lo que màs tengo y no se compra hecha, porque no me va a quedar otra que aprender a esperar que germinen, que crezcan, en fin una buena y nutritiva terapia, justo en este paìs donde lo que tiras sale, ya les contare cuando coseche, brujitalolis, en el huerto
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